Con un gobierno ciego, sordo y torpe:
¿EL PERÚ AVANZA?
Los alimentos encarecen. En la mayoría de hogares de clase media y baja la plata ya no alcanza. Por ello, las deudas bajo la modalidad de crédito para consumo siguen cuesta arriba.
En las casas se empieza a sentir angustia, desesperación e impotencia. Quizá muchos no se dan cuenta pero las calles están calientes.
Y es que, aunque las cifras dicen que hay cada vez menos pobres en los bolsillos hay cada vez menos plata. La sensación que hacia arriba hay diluvio pero hacia abajo ni siquiera gotea está más presente que nunca y causa escozor y hasta rabia.
El huracán ocurrido en el sur, las marchas registradas en Piura la semana pasada y las protestas que se avecinan son una prueba palpable que el segundo gobierno aprista va de mal en peor.
Es fácil constatar que Alan García sigue el programa económico heredado del fujimorismo y se aleja cada día más del pensamiento de Haya de la Torre.
El asunto central no es que existan más o menos riquezas generadas por la extracción de nuestros recursos no renovables como el oro y el cobre. Al asunto de fondo es que Alan García y su séquito de son miopes e incapaces de reconocer que esa riqueza tiene que ser redistribuida con equidad y justicia social.
Un brillante análisis económico de Pedro Francke refleja que en los últimos tres años los pobres sólo han logrado incrementar sus ingresos en 21 soles mensuales. Eso equivale al valor de un pasaje diario en una combi que recorre del sector oeste al centro de la ciudad de Piura. En Sullana no alcanza ni para una carrera en mototaxi.
Sin embargo, las sobreganancias mineras fueron de 62 mil millones de Soles en los últimos tres años. Así como lo escucha: las sobreganacias mineras fueron de 62 mil millones de soles en los últimos tres años.
Me pregunto cuántos proyectos productivos se pudieron impulsar sólo con la mitad de ese dinero si el gobierno hubiera cobrado impuestos a la sobreganancia minera.
Cuántos colegios, carreteras, hospitales, puentes y demás infraestructura hemos perdido a pesar que somos los dueños de la riqueza.
Francke estima que si el gobierno cobrara el equivalente a la mitad de las sobreganancias mineras el Estado estaría en condiciones de invertir 15 mil soles por cada familia peruana. Suena utópico pero es real.
Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por el momento, Alan García demuestra que no sólo es ciego sino, además, políticamente torpe y socialmente insensible.
En las calles ya se escucha el eco fuerte de la protesta. Ojalá que el ciego afine el oído y escuche porque en medio del griterío también está el eco de las enseñanzas de Haya de la Torre, el maestro de quién hoy se olvida el atrevido pupilo que ocupa el sillón presidencial.